domingo, 5 de março de 2017
EL CONOCIMIENTO DEL MUNDO
SER Y TIEMPO
Martin Heidegger
Traducción de José Gaos, F.C.E., Buenos Aires, 1991.
http://web.archive.org/web/20071028131442/http://www.heideggeriana.com.ar/textos/ser_y_tiempo_13.htm
§ 13. ESBOZO DEL “SER EN” TOMANDO POR EJEMPLAR DE ÉL UN MODO FUNDADO. EL CONOCIMIENTO DEL MUNDO
Si el “ser en el mundo” es una estructura fundamental del “ser ahí” en que éste se mueve no pura y simplemente, sino preferentemente en el modo de la cotidianidad, entonces esta estructura ha de ser siempre ya experimentada ónticamente. Sería incomprensible que permaneciese totalmente embozada, sobre todo dado que el “ser ahí” dispone de una comprensión de su ser, por vagamente que funcione esta comprensión. Mas tan pronto como se aprehendió el “fenómeno del conocimiento del mundo”, cayó éste ya en una interpretación “externa” y formal. El indicio es el aún hoy usual partir del conocimiento como una “relación entre un sujeto y un objeto” que encierra en sí tanta “verdad” como vacuidad. Mas sujeto y objeto no coinciden con “ser ahí” y mundo.
Aun cuando fuese dado definir ontológicamente el “ser en”partiendo del “ser en el mundo” cognoscitivo, se tendría como primer problema imperioso el de caracterizar fenoménicamente el conocimiento como un ser en el mundo y relativamente a éste. Cuando se reflexiona sobre esta “relación de ser”, se da ante todo un ente, llamado naturaleza, como aquello que se conoce. En este ente no cabe tropezar con el conocimiento mismo. Si éste “es” en alguna medida, es únicamente en el ente que conoce. Pero tampoco en este ente, la cosa llamada hombre, es el conocimiento “ante los ojos”. En todo caso, no es algo tan externamente constatable como, digamos, las peculiaridades corporales. En la medida, pues, en que el conocimiento es en este ente, pero no es nada externamente inherente a él, tiene que ser algo “interno”. Ahora bien, cuanto más inequívocamente se constata que el conocimiento es inmediata y propiamente “allí dentro”, e incluso que no tiene nada de la forma de ser de un ente físico ni psíquico, tanto más sin supuestos se cree proceder en la cuestión de la esencia del conocimiento y de la dilucidación de la relación entre el sujeto y el objeto. Pues únicamente a partir de este instante puede surgir un problema, a saber, esta cuestión: cómo salga este sujeto cognoscente de su “esfera” interior para entrar en otra “ajena y exterior”, cómo pueda el conocimiento tener un objeto, cómo habrá que concebir el objeto a fin de que a la postre lo conozca el sujeto sin necesidad de correr el riesgo de saltar a otra esfera. Pero en medio de todas estas variaciones sobre el mismo punto de partida, falta totalmente la cuestión de la forma de ser de este sujeto cognoscente, cuyo modo de ser es, sin embargo, el tema tácito, pero constante, siempre que se trata del conocimiento de que es el sujeto. Sin duda se oye en todos los casos asegurar que no se concibe, ciertamente, el interior y la “esfera interna” del sujeto como una “caja” o una “jaula”. Pero el silencio reina acerca de la significación positiva del “interior” de la inmanencia en que por lo pronto está encerrado el conocimiento y acerca de la manera de basarse el “carácter de ser” de este “ser inferior” del conocimiento en la forma de ser del sujeto. Ahora bien, como quiera que se interprete esta esfera interna, sólo con que se plantee la cuestión de cómo “salga” de ella el conocimiento y logre una “trascendencia”, salta la vista que se encuentra problemático el conocimiento sin haber aclarado antes cómo sea y qué sea este conocimiento que propone tales enigmas.
Partiendo del tal punto, se permanece ciego para aquello que ya con la más superficial consideración del fenómeno del conocimiento se viene a decir tácitamente: el conocimiento es un modo de ser del “ser ahí” como “ser en el mundo”, que tiene su fundamento óntico en esta “estructura de ser”. A este remitir al fenómeno -el conocimiento es una forma de ser del “ser en el mundo”- pudiera oponerse esto: con semejante exégesis del conocimiento se aniquila el problema del conocimiento; ¿qué puede seguir siendo cuestión, una vez que se empieza dando por supuesto que el conocimiento es ya cabe su mundo, cabe el mundo que debe alcanzar en el trascender del sujeto y únicamente en él? Mas prescindiendo de que en la pregunta últimamente hecha resulta patente de nuevo el “punto de vista” constructivo, no justificado por los fenómenos, ¿qué otra instancia que el fenómeno mismo del conocimiento y la forma de ser del cognoscente decidirá si hay y en qué sentido haya un problema del conocimiento?
Si, ahora, preguntamos qué es lo que revela el fenómeno del conocimiento mismo, hay que constatar que el conocimiento mismo se funda por anticipado en un “ser ya cabe el mundo” que constituye esencialmente el ser del “ser ahí”. Este “ser ya cabe” no es, hay que decir ante todo, simplemente el rígido estar mirando con la boca abierta algo puramente “ante los ojos”. El “ser en el mundo” está, en cuanto “curarse de”, embargado por el mundo de que se cura. Para que sea posible el conocimiento como una actividad que determina teoréticamente lo “ante los ojos”, es menester una previa deficiencia del tener que ver con el mundo en el modo del “curarse de”. Absteniéndose de todo producir, manipular y demás operaciones semejantes, se coloca el “curarse de” en el único modo del “ser en” que resta ahora, a saber, en el “no más que demorarse cabe...”. Sobre la base -de está forma de ser relativamente al mundo, que permite que los entes que hacen frente dentro del mundo hagan frente no más que en su puro aspecto (eädow), y como modo de esta forma de ser, es posible dirigir la vista de una manera expresa a aquello que así hace frente. Este dirigir la vista es en todos los casos un determinado “dirigirse a...”, un “poner la vista en” lo “ante los ojos”. Desde el primer momento toma a los entes que hacen frente un “punto de vista”. Tal dirigir la vista se produce en él modo de un peculiar detenerse cabe los entes intramundanos. En semejante “detención” -como abstenerse de toda manipulación y utilización- se lleva a cabo el percibir lo “ante los ojos”. El percibir tiene la forma de llevarse a cabo del “decir” de algo como algo. Sobre la base de este interpretar en el más amplio sentido se convierte el percibir en determinar. Lo percibido y determinado puede expresarse en proposiciones, y como así enunciado retenerse y conservarse. Este percipiente retener una “proposición sobre...” es él mismo un modo del “ser en el mundo”, y no debe hacerse exégesis de él como un “proceso” por el que un sujeto se procure representaciones de algo, que como así apropiadas queden guardadas “ahí dentro” y en relación a las cuales pueda surgir eventualmente la cuestión de cómo “concuerden” con la realidad.
Al “dirigirse a...” y “aprehender”, no sale el “ser ahí” de una su esfera interna en la que empiece por estar enclaustrado, sino que el “ser ahí” es siempre ya, por obra de su forma de ser primaria, “ahí fuera”, cabe entes que hacen frente dentro del mundo en cada caso ya descubierto. Y el detenerse determinante cabe el ente que se trata de conocer no es un dejar la esfera interna, sino que en este mismo “ser ahí fuera” cabe el objeto el “ser ahí” es “ahí dentro” en el sentido bien comprendido, es decir, él mismo es quien, como “ser en el mundo”, conoce. Y, aún, el percibir lo conocido no es un retornar del salir aprehensor con la presa ganada a la “jaula” de la conciencia, sino que incluso percibiendo, conservando y reteniendo sigue el “ser ahí” cognoscente, en cuanto “ser ahí” ahí fuera. En el “mero” saber de una “relación de ser” de los entes, en el “sólo” representársela, en el pensar “simplemente” en ella, no soy menos cabe los entes ahí fuera en el mundo, que en un acto de aprehensión original. Hasta el olvido de algo, en el que al parecer se ha extinguido toda “relación de ser” a lo anteriormente conocido, ha de concebirse como una modificación del original “ser en”, y de igual modo toda ilusión y todo error.
La indicada relación de fundamentación de los modos del “ser en el mundo” constitutivos del conocimiento del mundo pone en claro lo siguiente: que en el conocimiento gana el “ser ahí” un nuevo “estado de ser” relativamente al mundo en cada caso ya descubierto en el “ser ahí”. Esta nueva posibilidad de ser puede desarrollarse a su manera, convertirse en cometido expreso y bajo la forma de ciencia tomar la dirección del “ser en el mundo”. Pero ni el conocimiento crea ab initio un commercium del sujeto con un mundo, ni este commercium surge de una acción del mundo sobre un sujeto. El conocimiento es un modo del “ser ahí” fundado en el “ser en él mundo”. De aquí que el “ser en el mundo” pida como estructura fundamental una exégesis previa.
Martin Heidegger
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