sexta-feira, 31 de março de 2017
EL MÉTODO DE LA INVESTIGACIÓN Y SU PLAN
SER Y TIEMPO
Martin Heidegger
Traducción de José Gaos, F.C.E., Buenos Aires, 1991.
CAPÍTULO II
EL DOBLE PROBLEMA DEL DESARROLLO DE LA PREGUNTA QUE INTERROGA POR EL SER.
EL MÉTODO BE LA INVESTIGACIÓN Y SU PLAN
§ 5. LA ANALÍTICA ONTOLÓGICA DEL “SER AHÍ” COMO UN PONER EN LIBERTAD El HORIZONTE PARA UNA EXÉGESIS DEL SENTIDO DEL SER EN GENERAL
Al puntualizar los problemas que entran en el hacer la pregunta que interroga por el ser, se mostró que no sólo se ha menester de fijar aquel ente que debe funcionar como primario a que preguntar, sino que también se requiere un expreso apropiarse y asegurarse la recta forma de acceso a este ente. Ya se dilucidó qué ente toma sobre sí el papel principal dentro de la pregunta que interroga por el ser. Pero ¿cómo se volverá accesible y blanco, por decirlo así, de la interpretación comprensora este ente, el “ser ahí”?
La preeminencia óntico-ontológica adjudicada al “ser ahí” podría inducir a la opinión de que: este ente fuese también por necesidad el primariamente dado bajo el doble punto de vista óntico y ontológico, no sólo en el sentido de una “directa” asibilidad del ente mismo, sino también por lo que respecto a un darse igualmente “directo” de su forma de ser. Sin duda el “ser ahí” es ónticamente no sólo algo cercano o incluso lo más cercano -nosotros mismos somos en cada caso él. A pesar de ello, o justo por ello, es ontológicamente lo más lejano. Sin duda es inherente a su más peculiar ser tener una comprensión de éste y mantenerse en cada caso ya en cierta interpretación de su ser. Pero con esto no está dicho, ni mucho menos, que se pueda tomar por adecuado hila conductor esta “inmediata” interpretación preontológica, de su ser, como si esta comprensión de su ser surgiese necesariamente de una reflexión ontológica que tomase por tema la constitución más peculiar de este ser. El “ser ahí” tiene más bien, con arreglo a una forma de ser que le es inherente, la tendencia a comprender su ser peculiar partiendo de aquel ente relativamente al cual se conduce, por esencia, inmediata y constantemente, el “mundo”. En el “ser ahí” mismo, y por ello en su peculiar comprensión del ser, radica aquello en que señalaremos la retroactiva irradiación ontológica de la comprensión del mundo sobre la interpretación del “ser ahí”.
La preeminencia óntico-ontológica del “ser ahí” es, por ende, la razón de que al “ser allí” le permanezca encubierta la específica constitución de su ser comprendida en el sentido de la estructura “categorial” inherente a él, el “ser ahí”. E1 “ser ahí” es ónticamente “lo más cercano” a él mismo, ontológicamente lo más lejano, pero, sin embargo preontológicamente no extraño.
Por el momento sólo queda apuntado con esto que una exégesis de este ente se halla ante dificultades sui generis, que radican en la forma misma de ser del objeto temático y de la actividad tematizante, y no simplemente en una falta de dotes por parte de nuestra facultad cognoscitiva, o en la carencia, en apariencia fácil de remediar, de un adecuado repertorio de conceptos.
Ahora bien, como no sólo es inherente al “ser ahí” una comprensión del ser, sino que ésta se desarrolla o se desintegra con la forma del ser del “ser allí” mismo del caso, puede el “ser ahí” disponer de ricas modalidades de interpretación. Psicología filosófica, antropología, ética, “política”, poesía, biografía e historiografía persiguen por distintos caminos y en varia medida la interpretación de los modos de conducirse, facultades, fuerzas, posibilidades y destinos del “ser ahí”. Pero queda en pie la cuestión de si estas interpretaciones se habrán llevado a cabo existenciariamente con la misma “originalidad” con que quizá fueron existencialmente originales. Ambas cosas no necesitan coincidir forzosamente, aunque tampoco se excluyen. La interpretación existencial puede requerir una analítica existenciaria, cuando por otra parte se concibe bien la posibilidad y la necesidad del conocimiento filosófico. Únicamente cuando se hayan puesto de manifiesto en grado suficiente las estructuras fundamentales del “ser allí” por medio de un trabajo que busque su orientación explícita en el problema mismo del ser, alcanzará lo ganado hasta aquí por la interpretación del “ser allí” su justificación existenciaria.
Una analítica del “ser ahí” resulta necesariamente, pues, el primer desideratum al hacer la pregunta que interroga por el ser. Pero entonces no hace sino volverse más candente el problema de ganar y asegurar la forma directiva de acceso al “ser ahí”. Dicho negativamente: no es lícito aplicar en forma dogmático-constructiva a este ente una idea cualquiera del ser y de la realidad, por “comprensible de suyo” que sea; no es lícito imponer al “ser allí” en forma ontológicamente irreflexiva “categorías” algunas sacadas de una idea semejante. La forma de acceso y de interpretación tiene que elegirse más bien de tal suerte que este ente pueda mostrarse en si mismo por si mismo. Y sin duda debe tal forma mostrar el ente tal corno es “inmediata y regularmente”, en su “cotidianidad” “de término medio”. En ésta deben ponerse de manifiesto, no estructuras accidentales y arbitrarias, sino estructuras esenciales, que se corroboren determinantes del ser en toda forma de ser del “ser ahí” fáctico. Es mirando a la fundamental constitución de la. cotidianidad del “ser ahí” como brota y se destaca por vía preparatoria el ser de este ente.
La analítica del “ser ahí” así concebida no deja un momento de buscar su orientación en el problema directivo del desarrollo de la pregunta que interroga por el ser. Es lo que determina sus límites. Tal analítica no puede pretender dar una completa ontología del “ser ahí”, que sin duda se tiene que edificar, si se quiere que lo que se llama una antropología “filosófica” gravite sobre una base filosóficamente suficiente. En la dirección de una posible antropología, o de su fundamentación ontológica, da la siguiente exégesis sólo algunos “pasos”, aunque no inesenciales. Pero el análisis del “ser ahí” no es sólo incompleto, sino por lo pronto también provisional. Se limita por el momento a poner de relieve el ser de este ente sin hacer la exégesis del sentido de este ser. Su misión es preparatoria para poner en libertad la interpretación más original posible del ser. Una vez ganado este horizonte, pide la analítica preparatoria del “ser ahí” que se la reitere sobre la base más alta y propiamente ontológica.
Como sentido del ser del ente que llamamos “ser ahí”, se muestra la “temporalidad”. Que es así, tiene que comprobarse en la exégesis reiterada, de las estructuras del “ser ahí” señaladas provisionalmente, como modos de temporalidad. Pero con esta interpretación del “ser ahí” como temporalidad no queda aún dada la respuesta a la pregunta directiva, que interroga por el sentido del ser en general, aunque sí queda preparado el terreno para obtener esta respuesta.
Por modo de indicación se mostró esto: al “ser ahí” es inherente como constitución óntica un ser preontológico. E1 “ser allí” es en el modo de, siendo, comprender lo que se dice “ser”. Ateniéndonos a esta constitución, mostraremos que aquello desde lo cual el “ser ahí” en general comprende e interpreta, aunque no expresamente, lo que se dice “ser”, es el tiempo. Éste tiene que sacarse a la luz y concebirse como el genuino horizonte de toda comprensión y toda interpretación del ser. Para hacerlo evidente así, se ha menester de una explanación original del tiempo como horizonte de la comprensión del ser, partiendo de la temporalidad como ser del “ser ahí” que comprende el ser. En la totalidad de este problema entra a la par la exigencia de deslindar el concepto del tiempo así obtenido de la comprensión vulgar del tiempo, que se ha hecho explícita en una, interpretación del tiempo como la que se ha depositado en el concepto tradicional del tiempo que impera desde Aristóteles hasta más acá de Bergson. Al par hay que poner en claro que y cómo este concepto del tiempo y la comprensión vulgar del tiempo en general surgen de la temporalidad. Con ello se le devuelven al concepto vulgar del tiempo los derechos que le son propios -contra la tesis de Bergson, de que el tiempo mentado con él es el espacio.
El “tiempo” funciona hace mucho como criterio ontológico, o más bien óntico, de la distinción ingenua de las diversas regiones de entes. Se deslindan los entes “temporales” (los procesos de la naturaleza y las gestas de la historia) de los entes “intemporales” (las relaciones espaciales y numéricas). Se suele destacar el sentido “intemporal” de las proposiciones por respecto al curso “temporal” de las oraciones que las enuncian. Se encuentra además un “abismo” entre el ente “temporal” y lo eterno “supratemporal” y se intenta franquearlo. “Temporal” quiere decir aquí siempre tanto como siendo “en el tiempo”, una determinación que sin duda es a su vez oscura. Pero el hecho es éste: el tiempo, en el sentido del “ser en el tiempo”, funciona como criterio de la distinción de las regiones del ser. Cómo venga el tiempo a desempeñar esta señalada función ontológica, y más aún con qué derecho funcione como tal criterio justamente lo que se dice el tiempo, y sobre todo si en este ingenuo empleo ontológico del tiempo encuentra su expresión su verdadera importancia ontológica posible, son puntos por los que no se ha preguntado ni se han investigado hasta aquí. El “tiempo” ha caído “por sí”, cabe decir, en esta función ontológica “comprensible de suyo”, y se ha mantenido en ella hasta hoy, por lo demás todo dentro del horizonte de la comprensión vulgar del tiempo.
Frente a esto hay que mostrar, sobre la base de la pregunta que interroga por el sentido del ser bien desarrollada que en el fenómeno bien visto y bien explanado del el tiempo tienen sus raíces los problemas centrales de toda ontología y cómo las tienen.
Si el ser ha de concebirse partiendo del tiempo y los distintos modos y derivados del ser se vuelven de hecho comprensibles en cuanto modificaciones y derivaciones poniendo la mirada en el tiempo, con ello se hace visible el carácter “temporal” del ser mismo, no tan sólo de los entes en cuanto entes, o en cuanto siendo, “en el tiempo”. Pero entonces “temporal” ya no puede querer decir tan sólo “siendo en el tiempo”. También lo “intemporal” y “supratemporal” es, por lo que respecto a su ser, “temporal”. Y esto a su vez no sólo en el modo de una privación relativamente a lo “temporal” en el sentido de los entes, o en el sentido de siendo, “en el tiempo”, sino en un sentido positivo, aunque ciertamente por aclarar. Por estar acaparada la expresión “temporal” en la significación indicada por el lenguaje prefilosófico y filosófico, y por tomarse la expresión en las siguientes investigaciones en otra significación aún, llamarnos a la determinación original del sentido del ser y de los caracteres y modos de éste oriundos del tiempo, su determinación “temporaria”. El problema ontológico fundamental, de la exégesis del ser en cuanto tal, abarca por ende el poner de manifiesto la “temporariedad” del ser. En la exposición de los problemas de la temporariedad se da por primera vez la respuesta concreta a la pregunta que interroga par el sentido del ser.
Porque el ser sólo resulta apresable cuando se mira al tiempo, no puede la respuesta a la pregunta que interroga por el ser consistir en una proposición aislada y ciega. La respuesta no se capta con repetir lo que enuncia en forma de proposición, sobre todo si se la toma como un resultado aislado y la mera manifestación de una “posición” quizá discrepante de la manera de tratar las cosas hasta aquí. Que la respuesta sea “nueva” carece de importancia y se reduce a una exterioridad. Lo positivo de ella tiene que consistir en que sea bastante antigua para hacer inteligibles las posibilidades deparadas por los “antiguos”. La respuesta da, de acuerdo con su sentido más peculiar, la indicación a la investigación ontológica concreta de empezar por hacer las preguntas correspondientes dentro del horizonte puesto en libertad -y no da más.
Si la respuesta a la pregunta que interroga por el ser resulta así una serie de indicaciones o un hilo conductor para la investigación, ello implica que tal respuesta únicamente queda dada de una manera suficiente cuando gracias a ella misma se hace evidente la necesidad, fundada en la forma de ser del “ser ahí”, de la especifica forma de ser de la ontología hecha hasta aquí u el sino que ha presidido las indagaciones, éxitos y fracasos de ésta.
Martin Heidegger
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