segunda-feira, 2 de janeiro de 2017

Fragmentos de crítica literária.



con su tiempo, sabe interpretar (en el sentido de que lee y escribe sus lecturas críticas, pero también sus narraciones) el ideal de novelista que confluye no sólo a la centralidad de las morales dominantes , sino que también se ajusta a sus inflexiones diacrónicas. El capítulo sigue el modo singular en que Bianco interviene en la revista y
resuelve sus ficciones,

. El análisis de los textos muestra de qué manera las intervenciones de Bianco tienden a los debates de la revista, cuánto inciden como líneas de fuerzas las distintas morales en pugna en la resolución de los textos de este escritor. Un camino inverso sigue la narrativa de Silvina Ocampo:

desdeViaje olvidado y la “reseña-reprimenda” de Victoria Ocampo, hastaAutobiografía de Irene, el libro analiza los movimientos de atracción y abandono respecto de las preceptivas estéticas que configuraSur. Pero a diferencia del escritorwell timed, Silvina Ocampo encuentra su mayor potencia de invención, la singularidad de su escritura que staba en el inicio de la búsqueda, cuando es capaz de transfigurar y extremar esas fuerzas de modo de forzar sus límites en el agotamiento. Uno de los apartados del capítulo llama la atención sobre la vozrarísima deViaje olvidado.

. Con voces rarísimas, cada vez nuevas, inventa un mundo “único, lleno de carpetas de macramé y medallas de la Virgen de
Luján, en el que una inocencia soberana –la que sobreviene a estas voces cada vez que, desposeídas de sí misma, hablan sin nada que ocultar– despliega, con una exaltación gozosa,
un repertorio de acontecimientos triviales y gozosos a la vez”. Qué ganas de leer toda esa narrativa, ahora, qué manera de construir una lectura interpretativa que a su vez dé cuenta
con precisión y sutileza de los modos en que esa narrativa sepliegasobre o sedespegade una moral compartida de la escritura. Y qué manera de resolverlo con hospitalidad.

Cerramos el paréntesis: la revisión ajustada de las intervenciones demuestra
que la perspectiva que mejor expresaba lo que se hubiera denominado en trazos gruesos como un “consenso grupal” de la revista tiende a la confluenciaentre valores humanistas y compromiso con la forma. Esto emerge con claridad de los equívocos del desagravio a Borges, pero principalmente de la revisión del debate de “Moral y literatura” que propone la revista en 1945. Y esta confluencia no necesariamente encuentra su centro gravitacional en Borges ni tampoco en Mallea: más bien es la narrativa de Bianco la que tiende hacia allí.


La construcción de esta cartografía en la que se ven curvas dinámicas e inflexiones sutiles es una elaboración brillante que diluye cualquier posibilidad, basada en prejuicios sobre la revista, de consensos monolíticos y posiciones necesariamente congruentes punto por punto en relación con la narrativa. La perspectiva de la revista respecto de una “moral de la literatura” debe leerse como un mapa de múltiples grises que condensan sus líneas en torno de un núcleo conceptual colectivamente construido: gráficamente se puede pensar como un diagrama de curvas que se vuelve denso hacia determinado punto. La analogía entre saberes heteorogéneos no es gratuita.

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