con su tiempo, sabe interpretar (en el sentido de que lee y escribe sus lecturas críticas, pero también sus narraciones) el ideal de novelista que confluye no sólo a la centralidad de las morales dominantes , sino que también se ajusta a sus inflexiones diacrónicas. El capítulo sigue el modo singular en que Bianco interviene en la revista y
resuelve sus ficciones,
. El análisis de
los textos muestra de qué manera las intervenciones de Bianco tienden a los
debates de la revista, cuánto inciden como líneas de fuerzas las
distintas morales en pugna en la resolución de los textos de este escritor. Un
camino inverso sigue la narrativa de Silvina Ocampo:
desdeViaje olvidado y la “reseña-reprimenda” de
Victoria Ocampo, hastaAutobiografía de Irene, el libro analiza los
movimientos de atracción y abandono respecto de las preceptivas estéticas que configuraSur. Pero a
diferencia del escritorwell timed, Silvina Ocampo encuentra su mayor
potencia de invención, la singularidad de su escritura que staba en el inicio de la búsqueda, cuando es capaz de
transfigurar y extremar esas fuerzas de modo de forzar sus límites en el
agotamiento. Uno de los apartados del capítulo llama la atención sobre la vozrarísima deViaje
olvidado.
. Con voces rarísimas, cada vez nuevas, inventa un
mundo “único, lleno de carpetas de macramé y medallas de la Virgen de
Luján, en el que una inocencia soberana –la que
sobreviene a estas voces cada vez que, desposeídas de sí misma, hablan sin nada
que ocultar– despliega, con una exaltación gozosa,
un repertorio de acontecimientos triviales y gozosos a
la vez”. Qué ganas de leer toda esa narrativa, ahora, qué manera de construir
una lectura interpretativa que a su vez dé cuenta
con precisión y sutileza de los modos en que esa
narrativa sepliegasobre o sedespegade una moral compartida de la
escritura. Y qué manera de resolverlo con hospitalidad.
Cerramos el paréntesis: la revisión ajustada de las
intervenciones demuestra
que la perspectiva que mejor expresaba lo que se
hubiera denominado en trazos gruesos como un “consenso grupal” de la revista
tiende a la confluenciaentre valores humanistas y compromiso con la
forma. Esto emerge con claridad de los equívocos del desagravio a Borges, pero
principalmente de la revisión del debate de “Moral y literatura” que propone la
revista en 1945. Y esta confluencia no necesariamente encuentra su centro
gravitacional en Borges ni tampoco en Mallea: más bien es la narrativa de
Bianco la que tiende hacia allí.
La construcción de esta cartografía en la que se ven
curvas dinámicas e inflexiones sutiles es una elaboración brillante que diluye
cualquier posibilidad, basada en prejuicios sobre la revista, de consensos
monolíticos y posiciones necesariamente congruentes punto por punto en relación
con la narrativa. La perspectiva de la revista respecto de una “moral de la
literatura” debe leerse como un mapa de múltiples grises que condensan sus
líneas en torno de un núcleo conceptual colectivamente construido: gráficamente
se puede pensar como un diagrama de curvas que se vuelve denso hacia
determinado punto. La analogía entre saberes heteorogéneos no es gratuita.
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