Jacques Derrida
Traducción de Mariel Rodés de Clérico y Wellington Neira Blanco en AA. VV., Diseminario. La descontrucción, otro descubrimiento de América, XYZ Editores, Montevideo, 1987, pp. 49-106. Edición digital de Derrida en castellano.
Sin haberlo citado todavía, describo desde hace rato, con un dedo apuntado hacia el margen de mi discurso, un texto de seis líneas en itálicos, siete, si queremos incluir el título (vuelvo en un instante sobre el número siete), más un paréntesis de dos líneas en caracteres romanos. A pesar de que se inviertan de una edición a otra, itálicos y romanos, hacen quizá observar esta descendencia latina de la cual he hablado, de reivindicarla para mi mismo y para mi poética.
¿De qué género procede este texto?. Se trata quizás de una de esas piezas que Bach llamaba sus invenciones, piezas contrapuntísticas a dos o tres voces. Desarrollándose a partir de una corta célula inicial en la cual el ritmo y el contorno melódico son muy claros, esas “invenciones” se prestan a veces a una escritura esencialmente didáctica. Una célula inicial, en el sintagma “Par le mot par...” (Por la palabra por...”) No designaré esta “invención” por su género, sino por su título, a saber, por su nombre propio, Fábula.
Este texto se llama Fábula. Este nombre propio tiene, si podemos decir, un nombre de género. Un título, siempre singular como una firma, se confunde aquí con un nombre de género, como una novela que se llamara novela, o invenciones invenciones. Podríamos apostarlo, esta titulada Fábula, construida como una fábula hasta en la “moralidad” final, tratará de la fábula. La fábula, la esencia de lo fabuloso de la cual pretenderá decir la verdad, será tambien un tema general. Topos: fábula.
Además porque esta fábula constituye también, en el cruce singular de la ironía y la alegoría, un poema de la verdad. Se presenta irónicamente como una alegoría “cuya primera línea dice la verdad”: verdad de la alegoría y alegoría de la verdad, verdad como alegoría. Las dos son invenciones fabulosas, entiéndase por eso invenciones del lenguaje (fari o phanai, es hablar) como invención del mismo y del otro.
Lo alegórico se marca aquí en el tema y en la estructura. Fábula dice la alegoría, el movimiento de una palabra para pasar a la otra, al otro lado del espejo. Esfuerzo desesperado de una palabra desgraciada por franquear lo especular que ella constituye en sí misma. Diríamos en otro código que Fábula formula en acto la cuestión de la referencia, de la especularidad del lenguaje o de la literatura y la posibilidad de decir el otro o de hablar al otro.
Veremos como lo hace pero a partir de ahora .
No cesaba de volver en estos últimos tiempos para introducir la filosofía como alegoría de un cierto número de disociaciones, por ejemplo, entre filosofía e historia, experiencia literaria y teoría literaria. Y eso, en primer lugar, por mi forma narrativa.
La “moralidad” de la fábula, si podemos decir, se parece al desenlace de una historia en curso. La palabra “después” viene en letras mayúsculas a secuencializar la singular consecuencia del “pues” -escansión lógica y temporal que aparece en primera línea para no concluir más que en un comienzo. El paréntesis que viene después marca el fin de la historia, pero en un momento, veremos invertirse los tiempos.
Fábula, esta alegoría de la alegoría, se presenta pues como una invención. En principio porque esta fábula se llama Fábula. Ante todo otro análisis semántico y sin desmedro de la justificación que se hará más tarde, adelanto aquí una hipótesis; en el interior de un área de discursos que casi se ha estabilizado desde alrededor de fines del Siglo XVII europeo, no hay más que dos grandes clases de ejemplos autorizados para la invención. Por una parte, se inventan historias (cuentos ficticios o fabulosos) y por otra, máquinas, dispositivos técnicos, en el sentido más amplio de esta palabra. Se inventa fabulando, por la producción de cuentos donde no corresponde “una realidad” fuera del cuento, (una coartada por ejemplo) o bien se inventa produciendo una nueva posibilidad operatoria, (la imprenta o un arma nuclear, y asocio a propósito de los dos ejemplos, la política de la invención -que será mi tema- que trata siempre a la vez política de la cultura y política de la guerra). Invención como producción en los dos casos -y dejo en esta última palabra una cierta indeterminación por el momento. Fábula y fictio, por una parte, tekhné, epistemé, istoria, methodos por la otra, es decir arte o saber-hacer, saber y búsqueda, información, procedimiento, etc.. He aquí decía yo, por el momento, sobre un modo un poco dogmático o elíptico, los dos únicos registros posibles y rigurosamente específicos para toda invención de hoy. Digo bien “hoy” pues toda esta determinación semántica parece relativamente moderna. El resto puede parecerse a la invención pero no es reconocido como tal. Y trataremos de comprender cuál puede ser la unidad o el acuerdo invisible entre estos dos registros.
Fábula, es simultáneamente, gracias a un giro de la sintaxis una especie de performativo poético que describe y efectúa, sobre la misma línea, su propio engendramiento. Todos los performativos no son reflexivos, de alguna manera, no se describen, no se constatan como performativos en el momento en que ellos tienen lugar. Este lo hace, pero su descripción constativa no es otra que la performativa misma. “Por la palabra por comienza pues este texto”. Su comienzo, su invención o su primera venida no adviene antes de la frase que cuenta justamente este acontecimiento. El cuento (le récit) solo la venida de lo que él cita, recita, verifica o describe. Nos cuesta discernir -en verdad es indecidible- la fase contada y la fase contante) que se inventa inventando el cuento de su invención. El cuento se da a leer, es una leyenda puesto que lo que cuenta no tiene lugar ni antes ni fuera de él, que produce el acontecimiento que cuenta: pero es una fábula legendaria o una ficción en un solo verso y dos versiones o dos vertientes del mismo. Invención del otro en el mismo -y hacia el mismo de todos los lados de un espejo cuyo estaño no puede ser tolerado. El segundo caso de la palabra “por”, cuya tipografía misma cita el primer caso, incipit absoluto de la fábula, instituye una repetición o una reflexibilidad originaria que, al dividir el acto inaugural al mismo tiempo es evento inventivo y relación o archivo de invención, permiténdole también desplegarse para no decir nada más que lo mismo, él mismo, invención dehiscente y replegada del mismo, en el instante en que tiene lugar. Y ya se anuncia, como sufrimiento, el deseo del otro -y de romper un espejo. Pero el primer “por”, citado por el segundo, pertenece en verdad a la misma frase que él, es decir, a la que constata la operación o el evento: que sin embargo no tiene lugar más que por la cita descriptiva y en ningún otro lado, ni antes que ella. En esta terminología de la speech act theory, se diría que el primer “por” está utilizado (used), el segundo citado o mencionado (mentioned). Esta distinción parece pertinente cuando se la aplica a la palabra “por”. ¿Lo es todavía en la escala de la frase entera?. El “por” utilizado forma parte de la frase mencionante pero también mencionada, en un momento de la cita, y es así que está utilizado, lo que cita la frase, no es nada más, de por en por, que ella misma que está por citarse, y los valores de uso no son en ella más que sub-conjuntos del valor de mención. El acontecimiento inventivo es la cita y el cuento. Dentro del cuerpo de un solo verso, sobre una sola línea dividida, el acontecimiento de un enunciado confunde dos funciones absolutamente heterogéneas, “uso” y “mención”, pero también heterorreferencia y autorreferencia, alegoría y tautogoría. ¿No está ahí toda la fuerza inventiva, el golpe de esta fábula?. Pero esta vis inventiva no se distingue de cierto juego sintáctico con los lugares, es también un arte de la disposición.
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