domingo, 18 de dezembro de 2016

LA ESCRITURA EN ESPEJO



LA FORMA Y EL QUERER-DECIR
Nota sobre la fenomenología del lenguaje
Jacques Derrida

Primera versión publicada en la Revue internationale de philosophie, 1967-3, nº 81; en DERRIDA, J., Márgenes de la filosofía, traducción de Carmen González Marín (modificada (Horacio Potel.)), Cátedra. Madrid, 1998, pp. 193-212. Edición digital de Derrida en castellano.

El entrelazamiento (Verwebung) del lenguaje, de lo que en el lenguaje es puramente lenguaje, y de los otros hilos de la experiencia, constituye un tejido. La palabra Verwebung conduce a esta zona metafórica: los «estratos» están «tejidos», su imbricación es tal que no se puede discernir la trama y la urdimbre. Si el estrato del logos estuviera simplemente echado encima [fondée] podría levantarse y dejar aparecer bajo él el estrato subyacente de los actos y de los contenidos no-expresivos. Pero puesto que esta superestructura actúa a cambio, de manera esencial y decisiva, sobre la Unterschicht, estamos obligados, desde la entrada de la descripción, a asociar a la metáfora geológica una metáfora propiamente textual; pues tejido quiere decir texto. Verweben aquí quiere decir texere. Lo discursivo se relaciona con lo no-discursivo, el «estrato» lingüístico se entremezcla con el «estrato» pre-Lingüístico según el sistema regulado de una especie de texto. Sabemos ya -y Husserl lo reconoce- que al menos de hecho los hilos secundarios van a actuar sobre los hilos primarios; en lo que se urde [s’ourdit] así, es precisamente la operación del comienzo (ordiri) lo que ya no se deja volver a atrapar; lo que se trama como lenguaje, es que la trama discursiva se hace irreconocible como trama y toma el lugar de una urdimbre que no la ha precedido verdaderamente. Este textura es tanto más inexplicable cuanto que es todo significante: los hilos no-expresivos no carecen de significación. Husserl había mostrado en las Investigaciones que su significación es entonces simplemente de naturaleza indicativa. Y en el párrafo que nos ocupa, reconoce que las palabras bedeuten y Bedeutung pueden desbordar ampliamente el campo «expresivo»: «Examinamos únicamente el acto de “querer-decir” (bedeuten) y el contenido del querer-decir (Bedeutung). En el origen, estas palabras no se relacionan sino con la esfera lingüística (sprachliche Sphäre), la del “expresar” (des Ausdrückens). Pero no se puede evitar apenas -y éste es al mismo tiempo un paso decisivo en el conocimiento-extender lo que estas palabras quieren decir y hacerlas sufrir una modificación conveniente que les permita aplicarse de una cierta manera a toda la esfera noético-noemática: así, pues, a todos los actos estén o no enmarañados (verflochten) con actos de expresión.»

Ante esta textura inextricable, ante este enmarañamiento (Verflechtung)[v] que parece desafiar al análisis, el fenomenólogo no se desalienta. Su paciencia y su minucia deben, directamente, desenredar la madeja. Es lo que ocurre con el «principio de los principios» de la fenomenología. Si la descripción no hace aparecer un suelo absoluta y simplemente fundador de la significación en general, si un suelo intuitivo y perceptivo, un pedestal de silencio, no fundamenta el discurso en la presencia originariamente dada de la cosa misma, si la textura del texto es, en una palabra, irreductible, no sólo la descripción fenomenológica habrá fracasado, sino que el principio descriptivo mismo habrá sido puesto en tela de juicio de nuevo. La apuesta de este desenmarañamiento es, pues, el motivo fenomenológico mismo.

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Husserl comienza por delimitar el problema, por simplificar o purificar sus datos. Procede a una doble exclusión o, si se quiere, a una doble reducción, según una necesidad a la cual había hecho justicia en las Investigaciones y que nunca será puesta en tela de juicio de nuevo. Por una parte, se deja fuera la cara sensible del lenguaje, su cara sensible y no material, lo que podríamos llamar el «cuerpo propio» animado (Leib) del lenguaje. Puesto que la expresión supone, según Husserl, una intención de querer decir (Bedeutingsintention), la condición esencial es, pues, el acto puro de la intención que anima y no el cuerpo al que, de manera misteriosa, se une aquélla y le da vida. Es esta unidad enigmática de la intención informante y de la materia informada lo que Husserl se autoriza a disociar al principio. Es por lo que, por otra parte, difiere -parece ser, para siempre- el problema de la unidad de las dos caras, el problema de la unión del alma y el cuerpo. «Partimos de la distinción bien conocida entre la cara sensible de la expresión, la cara, si puede decirse, de su cuerpo propio (leiblichen Seite) y su cara no-sensible, “espiritual”. No vamos a comprometernos en una discusión ceñida a la primera, ni tampoco al modo según el cual se unen las dos caras.

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«... ¿cómo hay que entender el “expresar” de lo “expresado”? ¿Cómo se relacionan las vivencias expresivas con las vivencias no expresivas y cómo son afectadas estas últimas por la intervención de la expresión? Vamos a vernos remitidos de nuevo a su «intencionalidad», a su «sentido inmanente», a la «materia» (Materie) y a la cualidad (es decir al carácter de acto de la tesis), a la diferencia que separa de una parte este sentido y estos momentos eidéticos que residen en lo preexpresivo, y por otra parte lo que quiere decir el fenómeno expresivo mismo con los momentos que le son propios, etc. La literatura contemporánea muestra de muchas maneras hasta qué punto son subestimados en su sentido pleno y profundo los graves problemas que acabamos de indicar».

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